Una hora después el Gral. Alatorre, no el Gral. Sóstenes Rocha,
como algunos escritores han dicho, solicitó hablarle para pedirle
instrucciones, pues
estaba
por salir a campaña. Lo recibió, discutió
planes e hizo sugestiones para el buen éxito de su expedición.
Nuevamente volvió al lecho y después de cinco horas de dolorosos
accesos, murió a las once y media de la noche.
Según Francisco Mejía, estuvieron a su lado en el momento de su
muerte "dos de sus ministros, el Sr. Gral. Ignacio Mejía y yo, sus
médicos Alvarado y otro que no recuerdo, así como su secretario, don
Pedro Santacilia, y Camilo, su camarista, y la desolada familia."
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Según
la tradición familiar estuvieron también sus hijos, Manuel Dublán y José
Maza.
El mismo Francisco Mejía, en sus memorias relata un extraño y
singular incidente que según sus palabras ocurrió como sigue:
Lo primero que hicimos, aunque en vano, fue tratar de consolar a
sus amantes hijas, separándolas del cadáver y llevándolas a otra
pieza; mas a uno de los presentes se le ocurrió decir: "Cuán
conveniente a la nación sería evitar que Lerdo lo substituyese en el
poder; ocultamos por dos o tres días este horrible acontecimiento,
cerramos esta recámara y a todos los que vengan les hacemos creer
que sigue malo el Sr. Juárez y que los médicos prohíben se le
hable; entretanto, inyectamos el cadáver y ustedes Sres. don
Ignacio y don Francisco, por telégrafo, a los jefes del ejército,
empleados civiles y partidarios, gobernadores y autoridades,
indíqueles que no es conveniente entregar el país al jesuita
Vicepresidente de la Corte". "¡Oh, no!, señor, expuso el Sr. Ignacio
Mejía, es el llamado por la ley y no tiene remedio; por el contrario
(dirigiéndose a mi), usted va en el acto a traer a los Sres. Balcárcel
y Lafragua y yo en persona al Sr. Lerdo, pues el gobierno no puede
quedar acéfalo.
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12
“Memorias”, p.126.
13
“Memorias”, pp. l26 y 127.