10
CRÓNICA DE LA SESIÓN DEL SOBERANO CONGRESO,
CELEBRADA EL 4 DE JUNIO DE 1861, EN LA CUAL
EL GENERAL DEGOLLADO SOLICITÓ Y OBTUVO PERMISO
PARA COMBATIR CONTRA LOS REACCIONARIOS
E1 odioso asesinato perpetrado por las hienas de la sierra en la persona
del ilustre patriota don Melchor Ocampo, ha estado a punto de ser dos
veces fatal para la democracia de México; primero, por privarla de una de
sus más firmes columnas y luego, por haber dado lugar a arranques de
justa cólera y casi de delirio, que han puesto por un momento a la
revolución en peligro de estrellarse contra el escollo de la anarquía.
Antes de abrirse la sesión de ayer, el salón del Congreso era el
cráter de un volcán próximo a hacer erupción; los plumeros de humo y
las burbujas bituminosas brotaban por todas las grietas; no había uno solo
de los grupos formados por los representantes en que no fermentase
alguna idea violenta y extremada. El triunvirato, la convención, el terror
y mil otros pensamientos por el estilo, se discutían como inspiraciones
políticas propias de las circunstancias. Pero la sesión se abrió, el bajel
levó anclas y, después de esa momentánea sacudida que parecía ponerla
en peligro de zozobrar, tomó el buen rumbo, sirviéndole de timón el buen
sentido, siempre dominante, siempre inalterable de la mayoría de la
asamblea. Con las convulsiones de la indignación no dejó de levantarse
un poco el velo que cubre todos los resortes ocultos del Cuerpo
Legislativo, dejando ver, junto a un grande patriotismo y a muchos
nobles impulsos, especialmente en los más jóvenes de los representantes,
intrigas indignas de la situación, pretensiones tenaces, de esas que ven un
estorbo en el orden constitucional y están siempre al acecho de las
oportunidades para subvertirlo.
Por fortuna, la mayoría de la asamblea conservó su buen juicio, no
obstante de haber quien procurase perturbarlo de propósito, exaltando