purgue a nuestra patria de monstruos que la deshonran ante el mundo,
justicia severa e inflexible que salve a este pueblo de la anarquía, de la
servidumbre y del vilipendio.
Y cuando se reflexiona que este crimen se ha perpetrado en
nombre de la religión del Crucificado, que en la cumbre del Gólgota
perdonaba a sus verdugos; cuando se medita que la guerra salvaje que
hoy se hace a la sociedad, el robo, el incendio y el asesinato, son los
medios del partido que defiende las preeminencias y las riquezas del
clero, el predominio del fanatismo y de la superstición, la opresión de la
conciencia y la esclavitud de las almas; cuando se sabe que estas
sangrientas catástrofes son aconsejadas y sugeridas en nombre de Dios y
celebradas después en los conciliábulos reaccionarios que se regocijan
primero con la muerte y después con la esperanza de que los caudillos del
pueblo sean atormentados en la otra vida, tentados nos viéramos a
exclamar como Lucrecio, ¡
Tantum religio potuit suadere malorum!
si no
tuviéramos fe en Dios, si no sintiéramos en lo íntimo del alma la
revelación misteriosa de su bondad y de su misericordia infinitas, si no
supiéramos que el cristianismo es un dogma de libertad y no
comprendiéramos que son sacrílegos, blasfemos e impostores los que
quieren hacer de Cristo un ídolo pagano, sediento de sangre y lleno de
crímenes. . . No, mil veces no, no está Cristo en antagonismo con la
libertad, no es la palabra del Mesías la negación del progreso y de la
Reforma; en contra de la libertad, en contra de la igualdad, en contra de
la fraternidad están hoy, como estaban hace 18 siglos los escribas y los
fariseos y los sacerdotes impostores, ávidos de oro y de poder, a quienes
Cristo arrojó del templo como a viles mercaderes.
Señores, en este momento de profunda emoción y de sombrías
inquietudes, ni mi espíritu puede detenerse en reunir, ni el vuestro en
escuchar, detalles biográficos del grande hombre que acabamos de
perder, detalles que, por otra parte, se acumulan para engrandecer
inútilmente las figuras históricas que no tienen por sí mismas un carácter
completo, un tipo de verdadera grandiosidad. Por fortuna el carácter de
Degollado no necesita de romancescos episodios para aparecer ante la
posteridad con rasgos deslumbrantes de virtud y de nobleza y ocupar un