necesario amplificarlos mucho.
La conclusión que nos proponemos deducir y que ofrecemos al
examen y deliberación de usted, es que se deponga toda actitud hostil
por parte del ejército de su digno mando y que cese la resistencia en
Jalisco.
Hay resoluciones más costosas, sin duda, que la de morir y bien
comprendemos que la que hemos propuesto es de esta clase. La nación
estimará la magnitud del sacrificio y el grado de abnegación de usted y
sus subordinados al dar este paso, que no lleva otra mira que
contribuir a la paz.
Usted ha procurado con su energía, con su probidad y con su
amor al orden, establecer la disciplina en el ejército y hacer llevaderas
a las poblaciones las cargas que trae consigo el estado de guerra. Jalisco
y la nación lo han presenciado. Déles usted esta otra prueba de su
lealtad, manifestándoles con franqueza que envaina su espada después
de haber desaparecido todos los medios de sostener la guerra, que no
hará permanecer ese ejército por algunos días más, ni convirtiéndolo en
una turba de bandoleros, ni recurriendo a las extorsiones, únicos medios a
que podría apelarse para conseguir tan precario resultado. Cese, pues, la
lucha y la humanidad le deberá a usted un tributo de gratitud.
No dudamos que, en medio del calor de las pasiones, personas de
uno y otro lado atribuyan a motivos bastardos esta manifestación, ni
dejen de calificar mal la resolución que usted tome, si es de acuerdo con
ella; pero, por lo que a nosotros toca, nos basta el testimonio de nuestra
conciencia y el juicio de los hombres imparciales y, en cuanto a usted,
sus antecedentes lo ponen al abrigo de la calumnia y el mundo
civilizado le hará justicia, reconociendo la pureza de sus intenciones.
Somos de usted, señor general, sus adictos servidores que besan
su mano.
Juan José Cacería
Vicente Ortigosa
Jesús López Portillo
Rafael Jiménez Castro
Antonio Álvarez del Castillo